En el corazón de Xochimilco, entre canales y jardines antiguos, una semilla de esperanza fue sembrada en 2013. César Alán Guevara, guiado por el amor a la enseñanza y la fe en los pequeños milagros cotidianos, abrió las puertas de una modesta aula, ofreciendo a los niños no solo ayuda con sus tareas, sino un refugio para crecer libres, curiosos y plenos.
Ese pequeño espacio pronto se llenó de voces, de historias invisibles, de sueños que pedían alas. Eran niños de miradas profundas, hijos de la vida dura: de madres solteras, de hogares fragmentados, de luchas silenciosas contra las sombras del olvido escolar. César, con el alma abierta, entendió que el camino se recorre mejor en compañía. Llamó a colegas, a espíritus afines, y entre todos tejieron una red de apoyo, sabiduría y cariño que envolvía a cada niño como un abrazo.
Petit Fils no quiso quedarse quieto. De la mano de jóvenes voluntarios, cruzó los caminos de la zona chinampera, donde la necesidad era vasta y la esperanza, urgente. Allí, entre la tierra mojada y las casas humildes, llevaron no solo útiles escolares, sino también cercanía, alegría y dignidad.
Con el tiempo, la comunidad abrazó a Petit Fils como propio. La empatía se volvió raíz profunda, y el sueño, que alguna vez fue apenas un destello, se transformó en hogar. Así, el 19 de junio de 2019, Petit Fils A.C. nació legalmente, dispuesto a caminar lejos y fuerte, con estrategias de sostenibilidad que permitieran mantener viva esta llama de amor y solidaridad.
Hoy, Petit Fils es un faro para quienes enfrentan la tormenta: infancias, juventudes y familias de sectores vulnerables encuentran en él no solo apoyo, sino un lugar donde sus sueños vuelven a florecer.
Porque en cada pequeño hijo que sonríe, Petit Fils está presente.